21 Nov
21Nov


Acción-reacción-repercursión: Uno de los principios básicos del universo.

No hay efecto sin causa, igual que no hay estímulo sin respuesta.

Nada nace de la nada, todo tiene una consecuencia, para bien o para mal, en positivo o en negativo y cada causa que provoca un efecto, acaba teniendo también su repercusión, que a su vez puede derivar en la causa del siguiente efecto, pudiendo convertirse así en una espiral infinita.

Todo comienza a raíz de las acciones previas a cada acontecimiento. Pero ¡ojo! la maquinaria también se pone en marcha por la inacción. Por ejemplo: Uno puede soñar con convertirse en un brillante cirujano, pero nunca llegará a conseguirlo si no se forma, si no va a la universidad, si no se prepara a conciencia teórica y prácticamente, etc.

A esta ecuación de "acción-reacción-repercusión", yo añadiría "Reflexión" y la pondría delante de todas. Si antes de motivar la causa, nos paráramos a reflexionar, obtendríamos el efecto deseado y por tanto no tendríamos nada que lamentar, pues la repercusión también se aproximaría bastante a lo que hubiésemos previsto..

Sin embargo, parece que esto de la reflexión no va mucho con nosotros, los seres humanos, y nos empeñamos en cometer los mismos errores una y otra vez ¿Por qué? Bueno, pues básicamente por lo de siempre: Por ignorancia, soberbia, intolerancia, protagonismo, egoísmo... por el poder, por la falta de consideración o empatía... pppffffff ¿qué sé yo? No siempre es malintencionado y, desde luego, no siempre es posible, eso es cierto.

Pero el hecho es que nada sucede por casualidad, sino por causalidad. De la misma manera que tampoco existe la suerte. 

Suerte es el nombre que usamos cuando desconocemos las leyes que rigen el efecto. Por ejemplo: Si al lanzar una moneda al aire conociéramos su peso exacto, la velocidad con que la lanzamos, etcétera, es decir, si tuviéramos todos los datos para completar la fórmula, la aplicaríamos y sabríamos cuándo saldría cara o cuándo cruz antes de que cayera la moneda, pero como no lo sabemos, encajamos el resultado en eso que llamamos "suerte".

El caso es que, todos somos responsables de lo que pasa a nuestro alrededor, bien sea por la acción o por la inacción. Si deseamos algo de nada servirá cruzar los dedos, comprar un amuleto, echarlo a suertes, dejarlo en manos de alguien más, ni ninguna otra triquiñuela por el estilo, para conseguir que suceda.

Obviamente siempre podemos optar por la inacción y "¡Que sea lo que Dios quiera!". Pero, en ese caso, no tendríamos derecho ni a quejarnos, ni a mostrar nuestra disconformidad, ni a lamentarnos porque ¡recuerda! nada es casual, tú elegiste la inacción y éste es el resultado.

(Reflexión de un viernes por la noche, generando causas, con sus efectos y todo lo demás).

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