30 May
30May


En mis viajes por carretera a menudo me pregunto si los habitantes de los lugares que visito, o por los que paso, serán conscientes de la maravilla que les rodea: Esos paisajes colmados de una gama de colores infinita o aquellos otros que parecen haber sido pintados en una escala de grises; Las figuras que adornan el pueblo; Esa fuente en la plaza o el banco estratégicamente colocado frente al parque; Las incontables formas dibujadas en el cielo, al amanecer, al atardecer o cuando cae la noche…

Yo sí que veo esa belleza allí donde miro. Disfruto de mis viajes, maravillándome y emocionándome metro a metro. Intento ir plasmándolo en imágenes para poder compartirlas con quienes puedo, ya sea a nivel personal o a través de las redes sociales, pero realmente sé que la única forma de poder compartirlo de forma integral, sería que todos pudieran ver lo mismo que están viendo mis ojos en todo el recorrido porque, creedme, la sutileza, la sencillez y la belleza están presentes desde el primer hasta el último rincón. Emulando a John Paul Young, podríamos cantar aquello de “Beauty is in the air, everywhere I look around”...

Además, las personas con las que me he ido encontrando en el camino me han recibido siempre con amabilidad, gentileza y, en algunos casos incluso, con cariño. La verdad es que me siento muy afortunada. Me han dado siempre la oportunidad de conocerlos un poco más, de saber cómo piensan, cuáles son sus costumbres, sus tradiciones, en qué ocupan su tiempo de ocio, etc. y, puedo afirmar que ¡la gente es maravillosa!

Sin embargo hay algo que me apena: Comprobar que aún quedan muchas personas que piensan que su mundo acaba donde acaba lo que la vista les alcanza a ver. Personas que no se aventuran, que no se lanzan a vivir, a disfrutar, a conocer otros parajes, otras gentes, otras culturas, otras formas de ver o hacer las cosas…

Mi recomendación es que salgas, que te decidas, que conozcas otros lugares y gentes, que aprendas y cargues tu mochila de experiencias únicas y siempre enriquecedoras;. Llévatelas a casa y disfruta también día a día de todo lo que te rodea, del lugar en el que vives, de esa estatua que ves cada día cuando vas a trabajar, de esa rambla flanqueada por árboles de copas de un verde primaveral, de esas montañas que ves en el horizonte desde tu ventana, de la cordialidad de tus vecinos. Y mientras tanto, planea tu siguiente viaje, porque recuerda: El mundo, no sólo no acaba donde tu vista alcanza, sino que ni siquiera empieza ahí.

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